Buscar este blog

viernes, 15 de junio de 2012

Mentiras y neolengua

Hace un tiempo escribí en este blog sobre la ejemplaridad de nuestros políticos. Está claro que sería muy deseable que nuestros políticos dijeran siempre la verdad y que nos informaran con precisión de las decisiones que toman, pero creo que esto no ocurre casi nunca. Representantes de todos los partidos políticos mienten, en ocasiones con descaro, y no tienen ningún problema por ello. Ejemplos de esto pueden ser la afirmación del ministro de Educación, Jose Ignacio Wert, quien afirmó que en California hay 10 universidades, a pesar de que hay más de 100; o las afirmaciones del gobierno socialista español, o el popular madrileño, con respecto al déficit público del año 2011. En el caso de los primeros, Alfredo Pérez Rubalcaba llegó a afirmar que "todo el mundo" sabía que se iba a incumplir el objetivo de déficit, a pesar de que el gobierno mantuvo lo contrario, en público y en privado, hasta que se celebraron las elecciones generales de noviembre de 2011.

Sin embargo, hoy no quiero hablar de esas mentiras descaradas y comprobables, que para mi gusto deberían dar lugar a responsabilidades judiciales (y políticas, por supuesto). Quiero hablar de otra forma de manipulación, un poco más sutil, y que es usada quizá con mayor frecuencia por nuestros políticos: el empleo de eufemismos para evitar decir cosas que incomoden a quienes escuchan (lo que George Orwell llamó neolengua). El ejemplo que ha hecho que piense en este tema esta semana es el debate sobre si el dinero que va a recibir España desde la Unión Europea se debe denominar rescate, o si por el contrario se debe llamar "préstamo en condiciones muy favorables", o de cualquier otra manera. Este tipo de debates es muy interesante por diversas razones, ninguna de ellas muy edificante para mi gusto. Para empezar, edulcorar la verdad de manera que esta se vea como menos mala de lo que es se puede considerar una absoluta falta de ética por parte de quien lo hace. Además, el lenguaje se pervierte: un término con connotaciones esencialmente positivas como es "rescate" en la actualidad se considera algo malísimo. Y desde luego, cuando yo aprendí la dichosa palabra, si yo necesitaba ayuda y alguien me rescataba, eso era muy bueno para mí; pero ahora, gracias a nuestros políticos, la palabra rescate es algo malo y lo bueno es un préstamo en condiciones muy favorables. Temo el momento en el que "favorable" pase a ser un término que describa algo malo...

Por último, creo que hay otra consecuencia importante del debate sobre el uso de unos y otros términos para referirse a una misma cosa, y es el hecho de que debatir sobre los términos sirve para ocultar el verdadero debate. Pienso que el debate no debería centrarse en si los 100.000 millones de euros que España va a recibir deben denominarse rescate o de otra manera. El debate debería ser, por supuesto, sobre el impacto que ese préstamo, o como se llame, va a tener en la economía española, o en las posibles contrapartidas que ese préstamo requiera por parte de la población española. Pero por desgracia, parece que el debate sobre el fondo de los asuntos no es lo que más gusta a nuestros políticos. 

11 comentarios:

  1. Algunos ejemplos más del poder de trastocar la realidad a través de la lengua y la publicidad que necesariamente acompaña a ésta.


    He estado leyendo mucho últimamente sobre seguridad y libertad. Si nos centramos en dichos conceptos, creo que es revelador el cambio de paradigma acerca de la noción de seguridad. Cuando hoy se habla de inseguridad se piensa en una inseguridad física frente al Otro, pero se desliga este pensamiento de la seguridad y protección públicas. Seguridad no define ya la certeza de un trabajo para toda la vida, el poder acometer el futuro sobre bases firmes… firmeza, tranquilidad, certeza, palabras todas ellas horripilantes para la hiperclase. El Estado de seguridad, que escolta los cálculos privatizadores y flexibilizadores de las relaciones laborales, promueve una seguridad que no supone defensa frente a quienes niegan la posibilidad de trabajar, sino que es una seguridad frente a quienes invaden nuestra propiedad entendida como el nexo de la endeble articulación social, contra quienes trastornan e inquietan la vida de adquisición y dispendio. La lógica de esta renovada percepción de la seguridad lleva a dar una negativa a las obligaciones sociales, los subsidios al desempleo y un sí a la abolición de restricciones a las actividades financieras. Del resultado de la última acepción de seguridad se deriva una auténtica neolengua eufemística que considera “fomento del libre mercado” el despojo de los recursos de un territorio o “racionalización del personal” la reestructuración de familias y comunidades enteras con despidos masivos y deslocalización fabril.

    Sin embargo, comprobamos que cuando en el "debate público" los partidos proponen unas u otras medidas de seguridad, siempre son referentes a control fronterizo, tráfico de personas, incremento de efectivos policiales. El no tener trabajo ni albergar perspectiva de tenerlo, el no tener acceso a servicios básicos, etc. nunca aparece en la lista. Nuestras tan pregonadas sociedades avanzadas y civilizadas coexisten con un auténtico socavamiento de las libertades y una brutalización de la represión entre la abulia y el aplauso agradecido.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tienes razón. El debate entre libertad y seguridad, que progresistas y liberales suelen resolver a favor de la primera, es como mucho superficial o cosmético. En efecto, seguridad debería ser seguridad en sentido amplio, y no solamente cobertura policial, y libertad no debería ser poder hundir económicamente a un país (o muchos) simplemente especulando. En ese sentido, libertad y seguridad no parecen antagónicos...

      Eliminar
  2. Otra muestra. Traigo una frase del escritor alemán Hans Magnus Enzensberger sobre la calidad democrática de la Unión Europea:

    "Esto es poner nombre al meollo del problema de la Unión. Su calificativo oficial es eufemístico: el "déficit democrático", considerado una enfermedad tan carencial como al parecer difícil de tratar, y cuya existencia se lamenta a la vez que se desdramatiza, cuando en absoluto se puede hablar de un misterio médico; estamos más bien ante una decisión de principio totalmente deliberada. Como si las luchas constitucionales de los siglos XIX y XX nunca hubieran existido, el Consejo de Ministros y la Comisión acordaron, ya en el momento fundacional de la Comunidad Europea, que la población no tendría voz ni voto en sus decisiones. El que esa recaída en situaciones preconstitucionales pueda curarse por medio de correcciones cosméticas ya no lo cree nadie. Por tanto, aquel déficit no es más que una noble expresión para referirse a la incapacitación política de los ciudadanos"

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nunca había oído lo del "déficit democrático". Seguramente habrá que recortar (mejor, "ajustar", o "ser austeros", o "ahorrar") algo para conseguir corregirlo...

      Eliminar
  3. Pero, sin ninguna duda, mi favorito es la ideología de los derechos humanos y lo que de aculturación e intervencionismo humanitario (guerra contra los enemigos de la Humanidad) tiene:

    Elevados a los altares como una auténtica religión civil, la promoción de los derechos humanos admite todo tipo de excepciones y violaciones de las normas básicas del derecho internacional. Su protección se convierte en pretexto que fundamenta e impulsa la injerencia humanitaria. Vehículo para exportar los axiomas occidentales al resto del mundo en nombre de la Global Security e intervenir en los Estados cuando tengan lugar hechos que amenacen la estabilidad y se produzca una vulneración de los intereses de los países industriales, estrategia que será condimentada con una retórica cosmopolita, pacifista y progresista, paradójicamente impuesta a bombardeos.

    No parece casual que esta doctrina de poso individualista-liberal sea presentada hoy a las culturas no occidentales como la regla única de constitución política del mundo. Constanzo Preve, filósofo italiano de extracción marxista -del que creo que alguna vez te he puesto alguna intervención- advierte lo que se esconde tras el relato moral: “Hoy la paradoja dialéctica está en esto: el enemigo principal es precisamente el que se presenta como el principal amigo de la humanidad, a la que pretende conformar «universalistamente» a su estructura económica, política y social particularista, y lo hace en nombre de un mandato religioso, de una divinidad auto-atribuida" .

    La prédica de la globalización civil y del auge de la ciudadanía mundial pasa por alto que el cosmopolitismo abstracto objetiva como único esquema normativo admisible un modelo específico, surgido en un contexto concreto, en una época y lugar no indeterminados. De este modo, bajo los bombardeos humanitarios hemos visto reconstrucciones desde los cimientos de las industrias de los países intervenidos, exportación de un esquema de valores ajeno a esos pueblos... Lo mejor es que los derechos humanos solo valen cuando son útiles. Violados o no violados, lo que importa es el bien imperial. Claro que si puedes conseguir el apoyo facilón de la población occidental ametrallando las noticias con imágenes de masacres (aunque sean de otras guerras) y otros pastelazos... pues mejor que mejor

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estoy esencialmente de acuerdo con lo que dices, pero no me parece que lo que cuentas sea un caso de desnaturalización de términos lingüísticos como los demás, sino el relato de una estrategia de doble moral (los derechos humanos universales se adaptan a lo que me conviene en cada momento) que a un intento de ocultar bajo términos suaves acciones duras.

      Eliminar
  4. Respecto a las mentiras comprobables, comparto que deberían llevar consigo responsabilidades judiciales cuando vienen de estas personas. Sin embargo, no estoy tan segura de que el otro tipo de manipulación sutil del que hablas sea nada sutil. Precisamente estoy leyendo a Orwell estos días y el parecido con las cosas que he oído en televisión en los últimos meses es... grotesco.
    Creo que las mentiras del primer tipo no afectan a la realidad, salvo quizás por el hecho de que vayan dando a entender que mentir está permitido. Sin embargo el segundo tipo, además de eso manipula, como has explicado con tus ejemplos, tanto la información relativa a la situación en la que se dicen, como la realidad de la sociedad en la que aparecen: la gente se acostumbra a recibir unas palabras de una forma determinada, porque nos enseñan que hay que reaccionar así, con lo cuál vivimos la actualidad de una forma condicionada por los que hablan, eliminando la posibilidad de una reacción personal ante una información objetiva o completa. En el libro de Orwell viven en una realidad que o se parece nada a lo que era antes, y que además cambia bruscamente cuando se controla algún nuevo aspecto de la lengua. Es algo así como: mientras no se escuche la palabra prohibida que se usaba en el pasado no hay que preocuparse, todo va bien. Creo que así se educa a los animales domésticos, que parecen no comprender por si mismos algunas de las cosas que ocurren a su alrededor si no les enseñamos de una manera simplificada lo que (queremos que piensen que) implican.
    En resumen, me parece tan penalizable como decir una mentira directa, o más.

    En cuanto al interés que pueda tener que el debate se centre en cuestiones lingüísticas, está claro que en las situaciones en las que estamos encontrando esto a alguien le conviene que no se debatan los contenidos, así que de forma intencionada o no, también creo que se saca provecho de estas variaciones de los términos...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Con respecto al segundo tipo de mentiras de acuerdo, pero ¿Cómo penalizamos los eufemismos? ¿Cómo ponemos de manifiesto (en términos judiciales) que es malo llamar a las cosas con nombres distintos para suavizarlas?

      Con respecto al primer tipo de mentiras, que son más sencillas de atacar usando la ley, no estoy de acuerdo en lo que dices: en ocasiones, uno no tiene tiempo para contrastar el 100% de la información que lee, o la memoria le traiciona, o algo así. En esos casos, una burda mentira puede cambiar, por ejemplo, el sentido de un voto. Así que yo creo que las mentiras descaradas pueden tener mucha incidencia en la realidad.

      Eliminar
    2. Vale, es un tipo de cambio distinto al que yo pretendía explicar, menos parecido a la novelita, pero de acuerdo, también condiciona el futuro.

      En cuanto a lo de legislar contra los eufemismos...difícil, aunque existen otros temas con fronteras difusas sobre los que la justicia actúa. Por ejemplo, hasta cierto punto, cuando uno dice "esto no es A, sino A con un palito menos y una flor encima y otra debajo", si es A de todas formas, ya se ha dicho una mentira con todas las letras. Las preguntas directas se contestan o con la verdad o con una mentira directa, si no no sé contestan, no? quizá eso pueda ayudar... un poco.

      Eliminar
    3. Creo que la mayor habilidad de nuestros políticos es, precisamente, no contestar nunca a ninguna pregunta. Supongo que legislar sobre la ambigüedad daría como resultado que contestaran aún a menos preguntas...

      Eliminar
    4. A lo mejor hay que empezar por exigir respuestas... incluso al margen de todo lo anterior.

      Eliminar