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viernes, 22 de junio de 2012

Decisiones personales, decisiones colectivas

El otro día leí un artículo periodístico en el que se explicaba como un juez había tomado la decisión de ordenar que se alimentara a la fuerza a una mujer anoréxica. El caso es el siguiente: la mujer, que actualmente tiene 32 años, lleva 21 sufriendo trastornos relacionados con la alimentación, tiene un índice de masa corporal bajísimo y no toma alimentos sólidos. Tras ser alertado por las autoridades del municipio en el que vive, un juez del tribunal de protección inglés ha dictaminado que se la ha de alimentar contra su voluntad para preservar su vida. 

Además de tristísima, la historia de esta enferma es muy polémica. Para tomar la decisión que ha tomado, el juez, de acuerdo con la ley británica sobre incapacidad mental, ha tenido que considerar que la mujer enferma no era capaz de tomar decisiones por sí misma; que la alimentación forzosa va en su interés; y que la decisión tomada es la menos invasiva (con respecto a la libertad y la intimidad) de entre las que cumplen los dos principios anteriores. Es posible que, dadas las condiciones físicas extremas en las que se encuentra la enferma, este último requisito se cumpla. Pero el propio juez reconoce que  la paciente "no es una niña (...) sino una mujer inteligente y elocuente", por lo que la presunta incapacidad mental de la enferma queda en entredicho. Y todavía está menos claro que la alimentación forzosa vaya en su interés, dado que tanto ella como su entorno familiar han manifestado que no lo desean.

Independientemente de que la decisión de la justicia haya sido más o menos acertada de acuerdo con la ley inglesa (y yo creo que no lo ha sido, dado que el propio juez reconoce que la enferma está capacitada para tomar decisiones), la situación de esta mujer es claramente un caso en el que hay que decidir entre la libertad individual y otro tipo de consideraciones. En concreto, se trata de ver si ha de prevalecer la libertad de una persona, aunque dicha libertad sea autodestructiva, por encima de la propia vida. Yo no creo en las libertades individuales por encima de todo: por ejemplo, creo que en ocasiones es lícito recortarlas o mermarlas por el bien del colectivo. Además, mis sentimientos me impulsan a apoyar la decisión del juez, cuyo objetivo es salvar una vida. Pero lo cierto es que no veo de qué modo perjudica al colectivo que una persona no desee alimentarse; y por tanto no creo que se deba dejar de respetar la libertad de elección en este caso. Así que la única razón por la que yo justificaría la alimentación forzosa sería que la enferma fuera declarada incapaz por su anorexia, y dado que no soy médico, considero que no tengo suficientes elementos de juicio para hacerlo. 

6 comentarios:

  1. En la entrada no he hablado en absoluto sobre cómo se podrían legislar estos casos, pero también creo que sería muy interesante (y muy difícil) tratar de decidirlo.

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  2. La cuestión es que derecho y justicia (o ética que aunque no sinónimos, a veces se utilizan indistintamente) no son lo mismo. Las leyes, el derecho, es un sistema arbitrario que decide un grupo social para regular su convivencia. Justicia parece como algo ajeno a la persona (de hecho tampoco lo es, pues está basada en las normas de conducta morales tácitamente establecidas en el mismo grupo social). Lo ideal es que ambas cosas coincidan, pero no es necesario. Los jueces son los únicos que interpretan las leyes (hechas, se supone, por los ciudadanos) y dirimen las discrepancias. La sociedad les ha dado ese "poder". Pero, contrariamente a lo que se dice, no imparten justicia. Esto es largo de discutir y, sin duda, no soy yo quién para hacerlo (que soy biólogo en desuso). Respecto al caso concreto que planteas, cómo la sociedad se puede ver perjudicada por la muerte de esta señora, creo que encontrarás opiniones para todos los gustos. Creo también que en muchos casos serán opiniones más bien cínicas. Por ejemplo, alguien puede decir que permitiendo la muerte de esta señora, por su propia voluntad, sería un mal ejemplo para el resto que podría propagarse y poner en peligro la propia sociedad (argumento cínico donde los haya). O, más economicista, manteniéndola viva, a sus expensas, en cualquier caso!!!, se mantiene cierto nivel de consumo (esta también bastante cínica). O que en el fondo uno no es dueño de su propia vida, pues en parte es gracias a la sociedad que puede estar viva. esto en el caso de los seres humanos, tan indefensos al nacer, es realmente cierto. Pero vuelve a ser un argumento cínico. Vamos que vale lo mismo que decir, "pues porque yo pienso así". Alguien podría ir a argumentos pseudocientíficos. Como Michael Gazzaniga, que diría que la libertad de actuación y decisión es un espejismos. Que realmente nuestro cerebro no es libre de nada. No le falta razón, pero aplica en este caso? Yo creo que no. Estamos en otro nivel de razonamiento. En sentido contrario, alguien puede apoyar la libertad de acción de la señora argumentando que tiene todo el derecho a decidir sobre su muerte (más que sobre su vida), por lo menos, ya que no ha tenido opción de decidir sobre su vida (me refiero a haber nacido). Vuelve a ser bastante cínica.
    En fin José, que me he enrollado mucho para nada. Interesante el tema e interesante tu blog. Y mantenerlo semana a semana es todo un esfuerzo que yo valoro mucho.
    Un saludo cordial
    Javier

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    1. Efectivamente, ley y justicia son, en general, bien distintas. A mí me parece que en el caso de esta señora la parte legal, tal y como está escrita la ley inglesa, es un poco más sencilla: si no hay un médico (o quien tenga competencias al respecto) que declare incapacitada a una persona, no se puede obviar su libertad, ni siquiera para salvar su vida.

      El problema más difícil es el de la justicia: estoy de acuerdo en que hay muchas formas de argumentar en este caso que no son válidas, como has apuntado. Pero ¿hay alguna buena? ¿En qué principios se basa? Creo que eso es lo más interesante de la cuestión, y yo no he conseguido pasar de la idea de que no se puede contravenir desde la sociedad la decisión de una persona "cuerda" si dicha decisión no causa perjuicios a la sociedad (aparte de sí misma, claro).

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  3. Hola Jose. Creo que es la primera vez que comento, pero te llevo leyendo desde el principio con interés. Sobre el tema de hoy y centrándome más en la parte moral que en la jurídica, me parece una cuestión compleja y sin una postura ganadora evidente. Desde mi punto de vista, defender tanto una solución (alimentarla a la fuerza) como la otra (no hacer nada) puede llevar a casos similares interesantes en los que seguir manteniendo la misma opinión puede ser mucho más duro:

    a) Si efectivamente la mujer está en plena posesión de sus facultades y acepta que su situación puede llevarla a la muerte, negársela puede compararse en cierto modo a negar la eutanasia a una persona enferma con un gran sufrimiento (supongo que la comparación es delicada porque tampoco conocemos muchos datos de la vida de la mujer en cuestión, si sufre o no, etc).

    b) Por el contrario, si se asume que es lícito forzar a la mujer a ser alimentada, eso da lugar a asumir implícitamente otras situaciones parecidas pero ligeramente menos "delicadas". No hablo de casos extremos, ni siquiera ya de leyes. Pienso por ejemplo en "el novio de mi hija es una mala persona y podría acabar haciéndole daño; voy a pedir que legalmente no puedan estar juntos".

    Por tanto, creo que ninguna de las dos soluciones por sí sola podría ser plenamente satisfactoria. No sabría cuál decidir. Sólo he venido a crear más confusión :p

    Ya que estamos, recomiendo una página que visité hace un tiempo llamada "Philosophy experiments", que habla sobre dilemas morales de una forma bastante interesante. Te plantea una decisión sobre una cuestión delicada y luego la modifica ligeramente para hacerte ver cómo tu opinión puede ser muy diferente en una situación similar. Un gran pasatiempo, aunque engancha bastante:
    http://www.philosophyexperiments.com/

    Un saludo y sigue escribiendo así.

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    1. Después de mucho pensar, creo que una manera de decidir sobre este caso y otros igualmente complicados es tratar de decidir en última instancia a qué principios básicos damos prioridad con respecto a otros. Por ejemplo, desde una postura de defensa de la vida este caso sería muy sencillo: hay que alimentar a la enferma, a pesar de que eso sea ir contra sus deseos. Sin embargo, desde una postura de defensa de la libertad individual la decisión sería la contraria. Caben muchas otras posibilidades, y soluciones intermedias más matizadas. Pero como bien señalas, el problema es que es muy difícil, incluso individualmente, decidir a qué principios otorgamos la mayor importancia; y la aparición de nuevos ejemplos puede hacer que nos replanteemos nuestros principios cada vez. Una vez me dijeron que al discutir de estas cosas uno no puede aspirar más que a la honestidad y la coherencia (y no a la objetividad). Sin embargo, en este caso me temo que es muy difícil incluso argumentar de manera coherente.

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  4. Este caso tiene más pinchos que un erizo. Si llego a ser el juez, salgo corriendo. Yo soy partidario de respetar la libertad individual, siempre que no entre en conflicto con la libertad de los demás o cause un perjuicio a la sociedad. Ojalá este caso fuera así de claro.
    Seguramente el juez se ha excedido, pero es que no tiene herramientas legales que aplicar al caso. La ley solo prevé la inhabilitación total de las personas cuando son incapaces de tomar decisiones. Los trastornos alimentarios son de carácter psiquiátrico, pero afectan solamente a una parcela de la vida. La persona suele tener una capacidad intelectual más que suficiente, y un criterio claro para todo, excepto para lo que tiene que ver con su alimentación. En este sentido, carece realmente de capacidad para decidir solamente respecto de un tema concreto, y eso no lo contempla la ley, que yo sepa.
    El tema de la justicia es inabordable para mí, yo hubiera hecho lo mismo que el juez porque es lo que me sale de dentro, pero no puedo justificarlo de manera suficiente. Seguramente puedo entender mejor el suicidio, como decisión que se toma de forma justificada, desde el punto de vista del que la toma, para realizar una actuación concreta. En este caso lo que hay es inacción, y además apoyada por la familia, y eso me lo hace mucho más duro de entender.
    No entro en todos los argumentos cínicos que se han citado, por su propio carácter, y los religiosos ni los considero. Tampoco creo que este caso abra la puerta a abusos de la ley, la ley ya tiene resquicios que permiten los fraudes en todos los terrenos. Por último se ha citado por ahí la posibilidad de "soluciones intermedias más matizadas" (Jose). Eso está muy bien como discusión filosófica, pero en este caso la decisión del juez es necesariamente tajante, no caben medias tintas.

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