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jueves, 26 de abril de 2012

Sentimientos nacionalistas

Hoy a mediodía el gobierno español ha anunciado un plan de política penitenciaria para presos de ETA (y algunos otros), en el que, resumiendo con poco cuidado, se relaja la dureza con la que dichos presos son tratados y considerados. Más allá de la medida concreta y de cómo se enmarca en el llamado conflicto vasco, y al hilo de dos entradas que se han publicado en este blog (esta y esta) y de algunos de los comentarios que en ellas aparecían, creo que estaría bien tratar de discutir de forma un poco más general sobre las nociones relacionadas de nación, estado, soberanía nacional, y nacionalismo

El sentimiento nacionalista, tal y como se suele entender, me es ajeno. Históricamente, creo que quienes han defendido y defienden tesis nacionalistas en el fondo persiguen afirmar la superioridad de algunos por encima de otros, es decir, discriminar, y además hacerlo por una causa muy poco objetiva (raza, lugar de nacimiento, idioma...). Eso no significa que no pueda sentirme orgulloso de las virtudes que atesore, por ejemplo, el país cuya nacionalidad ostento, o la región en la que vivo. Sin embargo, en realidad ese sentimiento de orgullo es más bien orgullo razonado, pues necesito una causa que lo motive; y eso significa que más que un sentimiento, es una opinión. Como consecuencia de lo anterior, para mí la soberanía nacional es la legitimidad que alcanza un conjunto de personas que se pone de acuerdo para vivir en sociedad; y esa legitimidad es mayor que la del individuo en tanto en cuanto se entiende que la sociedad actúa en beneficio del conjunto y no de una parte de sus miembros. Es decir, reconozco legitimidad a la nación, al estado, si este es capaz de ser solidario, si como grupo intenta proteger a sus miembros más débiles y si tiene como objetivo que todos vivan de la mejor manera posible.

Por último, y volviendo al caso concreto del conflicto vasco, mi opinión es que un sistema democrático como el español no debería tener problemas para admitir la celebración de un referéndum vinculante en el que los vascos decidan sobre su independencia, de manera que el conflicto se cerrara con la máxima legitimidad desde el punto de vista democrático. Entiendo que es una manera muy simplista de despachar un problema muy complicado, pero discutirlo más en profundidad sería ya otra historia que tal vez sea contada en otra ocasión.

39 comentarios:

  1. Yo no tengo nada en contra de las consultas, pero creo que el problema, efectivamente, es más complicado. Veamos un par de pegas muy "naives".

    Primero supongamos que se dan las mínimas condiciones para que haya una votación que sea legítima (cosa que, en mi opinión, no ocurre primero por el fantasma de la violencia y segundo el adoctrinamiento (sí, se utilizan los temarios de los cursos de instituto para adoctrinar).

    Ahora supongamos que la votación sale que gana el "no queremos ser independientes". como siempre habrá gente que quiera serlo estaremos obligados a repetir toda la parafernalia una y otra vez hasta que gane el "sí queremos ser independientes". Peeeeeero entonces la situación sería la recíproca, es decir, siempre habrá gente que no quiera ser independiente, por lo que, por reciprocidad y buena fe, los vascos recién independizados deberán repetir las consultas ad infinitum. Supongo, reitero, que no hay adoctrinamiento ni violencia por ninguna de las dos partes.

    Ahora supongamos que gana la independencia. Por lo dicho anteriormente, la votación esa está lejos de ser la última. Pero es que además esto se asemeja a un divorcio. Ahora viene el momento de repartirse las cosas. Habría que hacer un estudio medianamente exhaustivo, aún a riesgo de parecer "cuentaguijas", de lo que el estado en su conjunto ha dado (sea en dinero, sea a través de tratados...) al País Vasco (y también al revés, claro está). Y ajustar la cuenta en consecuencia.

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    1. En el hipotético caso del referéndum legítimo también habría que decidir el porcentaje mínimo de participación para que sea legítimo el sí; por ejemplo hubo unas consultas soberanistas en Cataluña en 2010 en las que partició el 21%; por mucho que, digamos, el 80% votasen a favor me parecería insuficiente, ya que sólo demostraría que 1 de cada 6 ciudadanos quieren independizarse pero, y los demás? probablemente la mayoría no votan justamente porque están en contra de dicho referéndum. Si fuera vinculante y ambas partes movilizaran a sus electores quizá no sería tan exagerada la poca participación pero aún así habría que plantearse cuáles serían los criterios para decidir si finalmente hay independencia; y como bien has apuntado, habría un número importante gente muy en desacuerdo ocurra lo que ocurra y el problema seguiría ahí.

      Por mi parte, aunque apoyo a la gente de mi tierra y siempre me alegro cuando hay buenas noticias sobre ella, no entiendo por qué querrían los ciudadanos (sí entiendo a los políticos..) separarse del estado cuando forman parte de un país tan rico y variado en el que hay tantos lazos entre las comunidades; creo que sería una pena perderlas, y crear nuevas fronteras entre nuestro territorio.

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    2. Aunque pueda estar más o menos de acuerdo con tu opinión, no puedo aceptar que exijas "ausencia de adoctrinamiento" para convocar una consulta popular. Si estar libre de adoctrinamiento fuera una condición necesaria para poder votar en unas elecciones, sencillamente nunca se habrían convocado elecciones en la historia de la humanidad.

      Además, no existe un criterio no-ambiguo para determinar quien tiene una determinada concepción ideológica por manipulación y quien la tiene como consecuencia de su "madurez intelectual". El organismo encargado de comprobar cuando una sociedad está lista para elegir acabaría definiendo como "adoctrinados" a los que mantuviesen criterios contrarios a sus intereses.

      P.D.: No niego que los libros de texto de Historia que se usan en Cataluña o en el País Vasco estén manipulados, que lo están de modo aberrante. Solo digo que, básicamente, todos los libros de texto del Mundo lo están. Yo recuerdo que los únicos emperadores romanos que estudié en primaria fueron: Trajano, Adriano y Teodosio. No hay demasiada relación entre los 2 primeros y el segundo excepto que eran "Emperadores Hispanos" como los llamaba mi libro. También estudié la "Guerra de Saagunto" y la "Guerra de Numancia", por citar solo las manipulaciones concernientes a la historia antigua.

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    3. Respondo por orden, empezando por Rafa:

      - Nunca se dan las mínimas condiciones para que una votación sea legítima. El mismo fantasma de la violencia (¡una guerra civil!) presidió el referéndum de la constitución española.
      - Sobre los dos últimos párrafos: creo que un referéndum no puede ser justo o injusto dependiendo de lo que salga en la votación. Para evitar el hecho de que haya que admitir muchas consultas independientemente del resultado, se puede establecer que hace falta un gran apoyo popular (por ejemplo, en el parlamento autonómico) tanto para convocar el referéndum como para considerarlo válido.

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    4. Ahora respondo a Manolo:

      - Un referéndum no resuelve por sí mismo un problema, como la democracia es un sistema que no resuelve el problema de crear una sociedad más justa. Sin embargo, votar es el método que actualmente usamos para gobernarnos y al que otorgamos la mayor legitimidad.
      - Creo que el problema no es que cada uno no entendamos los deseos individuales de los demás por vivir bajo la autoridad de una nación distinta. El problema es que quien sí tenga esos deseos no tiene la posibilidad de llevarlos a cabo, aunque en su tierra una mayoría de la gente piense así (no digo que sea el caso, digo que es posible). Y creo que la manera más democráticamente justa de resolver el problema es convocar un referéndum vinculante al respecto.

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    5. Por último, para Adrr:

      - Estoy de acuerdo con los dos primeros párrafos. Con el tercero también estoy de acuerdo, y creo que ilustra lo que yo quería decir que suele ser el resultado del nacionalismo: el intento de exaltar personas, países y valores sin que ello esté necesariamente relacionado con lo buenos que son.

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  2. Toma, toma. Me despisto unos días y montáis un debate!! :p sólo voy a hacer un comentario sobre el adoctrinamiento de chavales al estudiar historia. En Cuenca la guerra de las comunidades se pasa de puntillas en todos los cursos.

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    1. La idea es que esto sea siempre un debate ;) Y sí, lo de los libros de texto es la leche. Yo por ejemplo no sé prácticamente nada de la cultura china en ninguna época, simplemente porque nunca nos contaban nada de ella. Y entiendo que quienes fueron capaces de construir la Gran Muralla o de esculpir los Guerreros de Xian no debieron ser una civilización tan primitiva...

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    2. @Jose: También hay muchas omisiones en la historia medieval que se estudia en España, ya que está centrada en la reconquista. Se obvia casi totalmente el feudalismo o los conflictos entre el papado y el sacro imperio ( yo había oído de los guerreros de Xian pero no de Güelfos y Gibelinos hasta hace bien poco ).

      Siempre el poder que controle la educación tratará de usarla para crear adultos con unas determinadas ideas. En nuestro caso con un sentimiento nacionalista español o periférico y una ideología pro-capitalista. Esto se realiza tanto por manipulaciones como por omisiones. Dicho esto hay que diferenciar omisiones "insidiosas" de omisiones "inocentes". Un ejemplo de omisión "insidiosa": En mi libro de sociales se describía con detalle el sector industrial en España sin mencionar nada de la industria armamentística, que es mayor en facturación que muchas de las que nos aprendíamos. El caso chino supongo que es una omisión "inocente" y que se debe a la inercia y a que los que diseñan los currículos pensarán que al no haber afectado demasiado a nuestra historia uno puede tener un conocimiento profundo de la situación actual sin saber historia oriental.

      P.D.: Esto de la manipulación histórica masiva viene muy a cuento escribiendo esto a día 2 de Mayo...

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    3. Lo de la manipulación de la educación para adoctrinar debería ser tema de otra entrada del blog, porque es un tema enormemente serio y da para mucho.

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    4. Recojo el guante. Queda apuntado en la agenda.

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  3. Me gustaría comentar mi opinión acerca de la última respuesta de Jose, que es, a la postre, la causante de las demás cuestiones; "el intento de exaltar personas, países y valores".

    Yo considero que el orgullo por ser de una nacionalidad determinada es absurdo en la mayoría de los casos. Nunca he entendido el orgullo nacional o el orgullo étnico. Para mi el orgullo debería estar reservado para algo que haces o consigues tú mismo, no por algo que ocurre por accidente de nacimiento. Ser español (o vasco o catalán) no es una habilidad, es un accidente genético. Como medir 1,80 o tener predisposición genética para el cáncer de colon. Resultaría raro oír a alguien decir que está orgulloso por medir 1,75.

    Pienso que el nacionalismo, y más el que se profesa en sitios como Cataluña, el País Vasco o España mismamente es populista y tendencioso. No atiende a razones, simplemente hay que estar orgulloso por haber nacido en un sitio determinado. -¿Por qué?. -Porque sí.

    El único caso en el que no consideraría absurdo el nacionalismo es en el cual un individuo se sienta parte de un colectivo y esté orgulloso por algo que ha conseguido ese colectivo, habiendo formado éste parte de él. Y no creo que alguno de los nacionalismos dirigidos para sacar un rendimiento político (como los que se dan en España) esté dentro de esa excepción.

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  4. Yo veo un problema (¿muchos?) con la posible independencia del País Vasco, y precisamente tiene que ver con proteger a los débiles y ser solidarios. Las regiones del norte han sido históricamente las más avanzadas y más prósperas económicamente, y forman una parte importante del país. Podríamos abstraer toda la parafernalia nacionalista considerando a cada comunidad autónoma como un individuo:

    "...y esa legitimidad es mayor que la del individuo en tanto en cuanto se entiende que la sociedad actúa en beneficio del conjunto y no de una parte de sus miembros."

    Tenemos el mismo problema a nivel global. Los nacionalismos son en parte una forma de negar solidaridad al más débil.

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    1. Tienes toda la razón. Y para mi gusto, ese argumento también sirve para la frontera española con Marruecos y con Portugal. Mi opinión es que las fronteras son, en efecto, una forma de reprimir la solidaridad. Pero también creo que mientras no admitamos una autoridad global que garantice esa solidaridad, las personas deberían poder decidir cómo se organizan para vivir, incluyendo el establecimiento de nuevas fronteras.

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    2. No sé si antes me he explicado todo lo bien que debía. Lo que quería decir es que no me gusta ningún nacionalismo, ni el vasco, ni el español ni otros. Pero sin embargo, creo que dado que la solución que más me gusta a mí (que hubiera un gobierno global, sin fronteras) es algo utópico de momento, creo que se debe permitir que una región vote en referéndum si desea independizarse.

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    3. Yo estaría de acuerdo con dejar que decidan sobre su independencia si eso no fuese a repercutir negativamente sobre millones de personas en toda España. Creo que tenemos que ir hacia delante, y no hacia atrás, con la unión de pueblos y derribo de fronteras.

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    4. Entonces, ¿estarías de acuerdo si fuera Extremadura la que pidiera la independencia? Ello repercutiría positivamente sobre millones de personas en toda España, según el mismo razonamiento. Con respecto al segundo argumento, estoy de acuerdo, pero mientras esa unión es una quimera, estimo que lo más justo democráticamente es permitir que las regiones que lo deseen decidan sobre su independencia.

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    5. Si el hecho de que Extremadura se independice es algo positivo tanto para las personas que viven en Extremadura como para las personas que viven fuera de Extremadura, me parecería perfecto, pero todos sabemos que no es así.

      Por otra parte, no creo que esto deje de ser una quimera si damos pasos hacia atrás y creamos más fronteras. Deberíamos en su lugar centrarnos en eliminar las que ya existen, aunque no sea fácil ni pueda conseguirse en el corto o medio plazo.

      Como casi todo, al final es un problema de educación, y no creo que se consiga nada positivo en este aspecto dando independencia a más regiones.

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    6. No me gusta el argumento, pues has reducido la justicia de una posible independencia de una región a una cuestión económica; es decir, creo que estás siendo "resultadista": esto es injusto porque si se hace no conviene a una parte de los implicados, independientemente de si la situación anterior era justa o no. Por mi parte, creo que tan legítima es la frontera entre España y el País Vasco, como la frontera entre España y Portugal, o la frontera entre España y Marruecos; así que no veo por qué hay que mantener una de ellas mientras se dice tajántemente que la otra es injusta.

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  5. Justo esta semana hay un artículo de Javier Cercas en el País Semanal sobre este tema. Cito dos fragmentos; en el primero estoy de acuerdo a medias y el segundo lo comparto totalmente (aunque quizá le falte detallar cómo):

    -Un observador desavisado podría preguntarse por qué gente de apariencia responsable defiende una aventura que no se sabe qué beneficios puede procurar a sus ciudadanos[...]¿Porque solo son responsables en apariencia? ¿Puro sentimentalismo? ¿Hay algo más? Claro que lo hay. El nacionalismo catalán es una reacción al nacionalismo español criunfante porque creó un estado, que es el objetivo de todo nacionalismo; también es una falta de respeto al nacionalismo español por todo lo que huela a catalán.[...]Solo hay algo peor que un nacionalista catalán, y es un nacionalista español.

    -Al nacionalismo, una idea romántica, sentimental y reaccionaria, no se lo combate mediante otro nacionalismo, sino mediante la razón, así que, para ser creíble, un español antinacionalista tiene que empezar siendo antes que cualquier otra cosa un antinacionalista español.[...]Desde hace unos años-pocos-sabemos que hay que evitar que nacionalistas de uno y otro signo acaben con un estado que hay que evitar el fin del Estado de bienestar. Quizá tengamos que ir aprendiendo también que hay que evitar que nacionalistas de uno y otro signo acaben con un estado que, a pesar de sus muchas deficiencias, ha sabido conciliar mejor que ningún otro en nuestra historia moderna las diferencias que lo componen y dotarnos durante más de treinta años de un grado de libertad y prosperidad inédito.

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    1. Reescribo el último párrafo corrigiendo el error:

      -Al nacionalismo, una idea romántica, sentimental y reaccionaria, no se lo combate mediante otro nacionalismo, sino mediante la razón, así que, para ser creíble, un español antinacionalista tiene que empezar siendo antes que cualquier otra cosa un antinacionalista español.[...]Desde hace unos años-pocos-sabemos que hay que evitar el fin del Estado de bienestar. Quizá tengamos que ir aprendiendo también que hay que evitar que nacionalistas de uno y otro signo acaben con un estado que, a pesar de sus muchas deficiencias, ha sabido conciliar mejor que ningún otro en nuestra historia moderna las diferencias que lo componen y dotarnos durante más de treinta años de un grado de libertad y prosperidad inédito.

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    2. Estoy de acuerdo en que el nacionalismo suele ser un sentimiento más que un producto de la razón. Con respecto a la última frase no estoy tan de acuerdo...

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    3. Más abajo hablo de la visión de Cercas sobre el nacionalismo como fenómeno reaccionario. En una entrada diferenciada pues los temas a tratar exceden los planteados por Cercas. Pero sí escribiré aquí alguna de las ideas que me han venido a la mente al leer lo que comenta Manolo.

      Cercas viene a decir que un español para estar en el bando de los buenos ha de desdeñar todo (sano o insano) sentimiento de pertenencia.

      Pero va más allá al recoger como argumento-base uno de las mentiras que con más ahínco los nacionalistas periféricos han difundido: el presentar todo no nacionalista vasco o catalán como nacionalista español. Siguiendo el mismo proceso estigmatizador promovido, a escala global, por los censores de lo políticamente correcto antifascistas y anticomunistas.

      ¿Hasta qué punto es creíble que todo no nacionalista periférico es nacionalista español? La existencia conflictiva del nacionalismo así requiere la creación de enemigos y peligros que planean sobre la identidad amenazada y los derechos conculcados.

      Finalmente, y coincidiendo con Jose, aunque más radical en la afirmación: la última frase me parece cuanto menos una irresponsabilidad si se observa el interior estado de desquiciamiento y la quiebra de un proyecto en común. Claro que parece que lo que Cercas plantea es la simple desaparición de proyecto alguno para ser únicamente mera adición de individuos atomizados. Eso sí, todo ello edulcorado con la solemne proclamación teórica de derechos liberales y el reconocimiento del Estado del 78 como artífice de una "prosperidad inédita". Parece la propaganda de los "20 años de Paz" de Franco.

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    4. Una puntualización: creo que lo que Cercas dice es que lo mejor es no ser nacionalista, ni español, ni vasco, ni toledano, ni de ningún sitio; pero eso no implica erradicar sentimientos de pertenencia que pueden ser de origen distinto (más abajo habla del de clase, por ejemplo).

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  6. Primero un comentario "tonto". No entiendo bien la separación que haces en la entrada del blog entre sentimiento y opinión. Se desprende del post que consideras sentimiento algo que no está apoyado por evidencias de ninguna clase y opinión algo que requiere de una cierta confirmación y esto me parece que no es siempre así. Por ejemplo, yo puedo encontrar en un libro una evidencia de que Leibniz trataba la propiedad de "existir" como un predicado más y no como un cuantificador como lo vemos ahora y ello daba lugar a ciertas patologías. Si a Leibniz no se le ocurrió la modelización correcta del problema es seguro que a mi tampoco se me hubiese ocurrido y por tanto tengo que acachar mi conocimiento enteramente al hecho de haber recibido una educación en el siglo XX en vez de en el siglo XVII. Eso me causa, es un ejemplo, un sentimiento de orgullo "temporal" ( frente al clásico orgullo geográfico o regional ) por haber sido educado en un tiempo en el cual se conoce la modelización correcta de la lógica. Es un sentimiento de orgullo y la vez está despertado por una evidencia.

    Si de lo que estamos hablando es de la base psicológica o sentimental del nacionalismo. Creo que cometes un error muy extendido al suponer que el sentimiento nacionalista es, básicamente, un sentimiento de orgullo. Cuando, en mi opinión, aunque suele estar relacionado con sentimientos de orgullo, es más bien un sentimiento de pertenencia a un colectivo. Así el español que suele criticar a su país por su escasa eficiencia y atraso cultural comparado, por ejemplo, con Francia se siente parte de un colectivo ( la nación española ) y no siente un orgullo por ello sino una necesidad de reforma. Es decir, ha transcendido un aspecto no esencial del nacionalismo que es la creencia de que la "nación" a la que se pertenece es superior al resto pero no ha superado el concepto mismo de nación. Otro ejemplo de sentimiento nacionalista que no va a acompañado de un sentimiento de superioridad se suele dar en formas extremas de nacionalismo en las que hay una creencia de que el colectivo al que se pertenece se ha echado a perder, por motivos externos o internos, y que son necesarias medidas de excepcional vigor para traerlo de nuevo a la senda correcta. Quizás este caso no valga como ejemplo ya que a la par que los líderes de estos movimientos creen que la nación existente se ha pervertido, tienen un ideal definido de cuales son los valores que hay que recuperar y creen con fervor en la superioridad de dicha nación ideal. Este sentimiento englobaría, en grandes lineas, a los filósofos alemanes influenciados por el idealismo y el romanticismo como Hegel y Fichte muy especialmente el último. Una característica muy extendida del sentimiento de pertenencia a un colectivo es que es, básicamente, acrítico y no necesita de evidencia, cumple por lo tanto las características que atribuías en tu entrada a los sentimientos en general.

    Por último, no todos los sentimientos de pertenencia colectiva son sentimientos nacionalistas, solo pueden ser considerados como tales cuando el colectivo al que se cree pertenecer se adapta al concepto de nación como pueblo con carácter, historia y lengua común que surge en Europa a finales del S. XVIII. Por ejemplo un islamista que se ve como un miembro de la "umma" no tendría, en sentido estricto, un sentimiento nacionalista como tampoco lo tiene un ciudadano romano orgulloso de serlo o ciudadano de una polis griega. Yo creo realmente que el sentimiento de pertenencia colectiva en todos estos casos es similar y se traduce como un nivel de empatía y solidaridad superior para los miembros del colectivo "propio" que para los de fuera. Sin embargo al ponerle el adjetivo "nacionalista" ya estamos restringiendo el objeto de ese sentimiento a la nación.

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    1. Desde mi punto de vista, lo que tú denominas en el segundo párrafo "nacionalismo" -el sentimiento de pertenencia a un colectivo - yo lo reconozco como patriotismo. Pues considero que no se mueve compartiendo ninguna (al menos no necesariamente) de las características comunes de todo nacionalismo: existencia conflictiva, clasificación según una versión dicotómica de amigo/enemigo, carácter eminentemente reactivo (no reaccionario) ante una amenaza imaginaria o real, egoísmo frente a otras colectividades, etc...

      Pero a lo que iba, independientemente de la cuestión terminológica, creo que lo clavas en lo siguiente: el patriotismo (lo llamaré así pues así lo entiendo yo) no es una cuestión de orgullo, es de reforma, de cambio, se piensa con voluntad de mejora. Poco más adelante, pese a haber señalado ese carácter, afirmas que el sentimiento de pertenencia a un colectivo es esencialmente acrítico. De primeras pensé que incurrías en una contradicción al haber descrito previamente su carácter no complaciente. Sin embargo, al darle una vuelta de tuerca más, me he tomado la licencia de enlazarlo con lo que yo mismo opino al respecto: ese "patriotismo acrítico", lamentablemente mucho más abundante que el patriotismo crítico, no es tal patriotismo sino más bien patrioterismo: el “patriotismo” antivasco o anticatalán, el “patriotismo” de misa y, las grotescas formas más recientes, el “patriotismo de 90 minutos” en Mundiales y Eurocopas y el “patriotismo empresarial”.
      Por último, traigo a colación, a fin de ilustrar ese espíritu crítico del patriotismo y su diferenciación con formas vacías de contenido, unas frases pronunciadas por José Antonio Primo de Rivera en un discurso de mayo de 1935:

      “Los hombres del 14 de abril pareció que llegaban de vuelta al patriotismo y llegaban por el camino mejor: por el amargo camino de la crítica. Esta era su promesa de fecundidad; porque yo os digo que no hay patriotismo fecundo si no llega a través del camino de la crítica. Y os diré que el patriotismo nuestro también ha llegado por el camino de la crítica. A nosotros no nos emociona, ni poco ni mucho esa patriotería zarzuelera que se regodea con las mediocridades, con las mezquindades presentes de España y con las interpretaciones gruesas del pasado. Nosotros amamos a España porque no nos gusta. Los que aman a su patria porque les gusta la aman con una voluntad de contacto, la aman física, sensualmente. Nosotros la amamos con una voluntad de perfección. Nosotros no amamos a esta ruina, a esta decadencia de nuestra España física de ahora. Nosotros amamos a la eterna e inconmovible metafísica de España”.

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    2. Aporto algún material más para el debate sobre qué es el nacionalismo y qué pensaban algunas de las personas de siempre tenidas como tal. Tres frases más de José Antonio Primo de Rivera:

      "Nosotros no somos nacionalistas, porque el nacionalismo es el individualismo de los pueblos"

      "España no es nuestra sangre, porque España tuvo el acierto de unir en una misma gloria muchas sangres distintas".

      "El fascismo es fundamentalmente falso: quiere sustituir la religión por una idolatría [conduce a la] absorción del individuo en la colectividad"

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    3. La primera discrepancia que tenemos es que, para mí, la base psicológica del nacionalismo está en el sentimiento de pertenencia a un colectivo mientras que para ti, si he entendido bien, dicha base es un conglomerado de características correlacionadas. Entre dichas características mencionas la siguiente lista no exhaustiva:

      1 Existencia conflictiva
      2 Clasificación según una versión dicotómica de amigo/enemigo
      3 Carácter eminentemente reactivo (no reaccionario) ante una amenaza imaginaria o real
      4 Egoísmo frente a otras colectividades

      Lo primero es aclarar que no niego que dichas características se encuentren frecuentemente en los movimientos nacionalistas. Cuando califico de "base sentimental del nacionalismo" al sentimiento de pertenencia a un colectivo quiero decir dos cosas:

      La primera es que ninguna de las características listadas arriba tiene sentido si se elimina el sentimiento de pertenencia. Esta parte creo que está, hasta cierto punto, exenta de polémica. Me parece que es claro que si una persona clasifica a los demás como amigos o enemigos y lo hace no en función de sus intereses individuales sino teniendo en cuenta el bienestar del grupo "amigo", se percibe a si mismo como un miembro de dicho grupo. Por tanto es portador de un sentimiento de pertenencia. Así mismo, cuando afirmas que el nacionalista suele percibir una amenaza externa, entiendo que te refieres a una amenaza externa sobre su colectivo, por ejemplo la posibilidad de que su país sea invadido, no a la clase de amenaza externa que se siente, por ejemplo, al estar frente a un coche sin intención de detenerse. Por tanto, implícito en 3 está la creencia de que se comparte destino con un cierto colectivo y esta creencia no me parece distinta de la creencia de que se pertenece a él. Lo mismo ocurre cuando afirmas que el nacionalista posee un carácter egoísta frente a otras colectividades, básicamente la palabra "otras" presupone que hay una colectividad a la que el nacionalista cree pertenecer. No se el significado preciso de 1, por lo que a diferencia de del resto no puedo tratar de ver si (1) implica sentimiento de pertenencia.

      La segunda es más difusa y seguramente más polémica. Mientras que la primera era que el sentimiento de pertenencia es una condición necesaria para desarrollar el resto de aspectos emotivos del nacionalismo la segunda idea es que hay una cierta relación causal entre el sentimiento de pertenencia y el resto de aspectos. No hablo, por supuesto, de una relación causal totalmente determinista. Más bien quiero decir algo similar a cuando en el marxismo se estudia de que modo las relaciones de producción "determinan" las estructuras sociales. Lo cierto es que ambas se influyen mutuamente, y es posible mostrar fenómenos históricos que no pueden explicarse si uno supone que las relaciones económicas causan determinísticamente las estructuras sociales. La única manera que se me ocurre de hacer precisa la noción que quiero expresa de "A causa difusamente B" es que las predicciones obtenidas de suponer "A causa B" están más en consonancia con la realidad que las obtenidas suponiendo "B causa A", "B y A no están causalmente relacionados" u otras hipótesis de la misma complejidad. Una hipótesis que se expresase mediante miles de casos distintos y matices según situaciones haría trampas ya que obtendría, posiblemente, mejores resultados a base de aumentar la complejidad de la propia hipótesis.

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    4. De las características 1-4 listadas arriba la que aparentemente es más difícil de concebir como consecuencia del sentimiento de pertenencia colectiva es la 3. Esto se debe a que hay casos históricos en los que un sentimiento de unión es despertado a raíz de una agresión o amenaza externa. Por ejemplo el auge de los movimientos panislamicos a partir de los 80/90 surge a partir de varios conflictos de agresión en los que el colectivo agredido era tradicionalmente musulmán. La guerra de Afganistan, la guerra de Bosnia y la guerra de Chechenia despiertan en una generación de musulmanes la conciencia de que su colectivo religioso está siendo atacado por enemigos que desean exterminarlos. Es obvio que hubo otros factores en el auge del islamismo, como el estancamiento de los proyectos pan-arabistas, el descontento con la deriva de sus sociedades, la sublimación de conflictos económicos, etc. Pero la conciencia de estar siendo atacados jugó un papel importante. De hecho, parece ser que Osama bin Laden llevaba una vida laica y que fue la guerra de Afganistan lo que despertó su conciencia musulmana dormida. Asimismo, aunque no conozco estadísticas, periodistas occidentales recogieron testimonios de voluntarios que fueron a luchar a Bosnia en solidaridad con sus hermanos musulmanes. Muchos eran gente de clase media de los países árabes con un buen nivel educativo e informados de la situación internacional. No obstante, no considero que esto contradiga la segunda idea ya que para que una agresión despierte una conciencia de pertenencia es necesario la preexistencia de una sentimiento de pertenencia subyacente. Poniéndolo poéticamente: para despertar un sentimiento de pertenecía este debe existir pero estar dormido. Así pues, si hay dos guerras de agresión el día de mañana contra jainistas y cristianos respectivamente, no parece posible que se cree un sentimiento de comunidad conjunto jainista-cristiano ya que este no es preexistente.

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    5. El siguiente aspecto en el que aparentemente discrepamos no es tal y se debe a que me he expresado mal ( o mejor dicho ambiguamente ). En particular cuando digo:

      "Una característica muy extendida del sentimiento
      de pertenencia a un colectivo es que es,
      básicamente, acrítico y no necesita
      de evidencia, cumple por lo tanto las
      características que atribuías en tu entrada
      a los sentimientos en general."

      quiero decir que es acrítico en el sentido de que no se realiza crítica sobre la propia relación de pertenencia. Mientras que tu hablas de "patriotismo acrítico" cuando el sujeto poseedor de dicho patriotismo no realiza crítica sobre el colectivo al que cree pertenecer. Son dos cosas muy distintas, aunque por abreviar usemos la palabra "acrítico" para ambas.

      Lo que quería decir es que alguien que se siente parte de una nación cree que es parte de dicho colectivo por razones "naturales", como que ha nacido en una región determinada, que ha nacido en una región y posee una etnia adecuada, que sus 8 apellidos son tradicionales de su nación, etc. Dichas razones "naturales" no son susceptibles de ser cambiadas. Por ello la persona que carga con un sentimiento de esta clase no piensa en cambiar de país o de nacionalidad o en dejar de sentirse parte del colectivo cuando su nación no le da motivos de orgullo, ya que considera su pertenencia a la nación no como una percepción sino como algo objetivo y a lo que no es físicamente posible renunciar. Por tanto su sentimiento de pertenencia está exento de crítica hacia la propia relación de pertenencia y de ahí el término acrítico.

      Sentimientos de pertenencia asociados a colectivos distintos de la nación también suelen ser igualmente acríticos. Por ejemplo un cristiano primitivo que se percibe como parte de la iglesia, aunque ha nacido pagano cree que no tiene elección ya que la única fe correcta es la cristiana. Se ha convertido, perp dicha conversión es un acto que no se debe a su voluntad libre sino a que no es posible otra vía de salvación. Una vez realizada la elección de convertirse su doctrina le inculca que dudar siquiera de su adscripción al cristianismo es un pecado.

      La razón por la que digo "una característica muy extendida" y no soy más categórico es porque a pesar de que los sentimientos de pertenencia suelen ser básicamente acríticos ( en el sentido que describo arriba ) no hay motivos de peso para pensar que necesariamente lo son. Por ejemplo, el cine occidental está lleno de películas, desde bailando con lobos a Avatar, en las que el protagonista cambia su percepción de pertenencia de un grupo a otro. El sentimiento de pertenencia al proletariado o conciencia de clase como se lo suele llamar, podría ser un ejemplo de pertenencia crítica. Al menos en tanto a que, teóricamente, surge cuando los trabajadpres se dan cuenta de que solo con la fuerza de su unión pueden compensar la posición negociadora del capitalista. Por tanto no es una unión que los trabajadores perciban como natural o independiente de las circunstancias. Si cambiasen las relaciones de producción, por ejemplo una guerra nuclear nos devolviese a una economía paleolítica, la conciencia de clase dejaría de tener sentido entre cazadores y recolectores. No obstante tengo dudas sobre como clasificar este ejemplo ya que, en la práctica, el proletariado fue un concepto que se romantizó rápidamente y que llego a tener una imaginería tan evocadora y sentimental como la de cualquier nación.

      Un saludo

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    6. Por si alguien se lo pregunta: jainismo.

      Por otro lado, y aunque los dos entendéis muy bien lo que es el nacionalismo (y además, lo explicáis muy bien), no tengo tan claro vuestra posición al respecto (más la de Adri que la de Carlos); es decir, no sé si os consideráis nacionalistas o no, y, de manera independiente, si este sentimiento/decisión os parece bueno o no.

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    7. Saludos,

      Dices: "La primera es que ninguna de las características listadas arriba tiene sentido si se elimina el sentimiento de pertenencia. Esta parte creo que está, hasta cierto punto, exenta de polémica".

      No es que yo no considere que el sentimiento de pertenencia no sea clave en el nacionalismo, directamente consideraba, como tú apuntas, que es algo que estaba exento de polémica alguna y que por tanto se daba por descontado. Pero también el sentimiento de pertenencia está en la base de muchos otros movimientos, concepciones filosófico-políticas, ajenas al nacionalismo.

      Rechazo cualquier tipo de relación causal entre sentimiento de pertenencia y nacionalismo. Es decir, sin sentimiento de pertenencia no puede haber nacionalismo (y eso que la pertenencia no obedece, algunas veces, a un ente diferenciado, ni siquiera en unas características mínimas que aporten identidad. De hecho, creo que muchas veces es la ausencia de arraigo y de sentido de pertenencia lo que lleva a esas causas que apuntaba más arriba).

      No considero en modo alguno que el sentimiento de pertenencia lleve, de manera teleológica-finalista, a una existencia conflictiva, a la visión dualista de la vida según amigos y enemigos, al egoísmo de los pueblos o al carácter reactivo.

      Respecto a la capacidad interpretativa del materialismo histórico, al contrario que tú no opino que haya fenómenos que puedan explicarse por otros factores, sino que dudo bastante que existan "muchos" (y lo pongo entrecomillado por mera cautela) fenómenos que puedan ser atribuidos a las condiciones aportadas por la visión histórica del determinismo marxista.

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  7. El nacionalismo, no como sentimiento sino como doctrina política, es la creencia de que cualquier nación, entendida como un colectivo con características culturales, históricas, raciales o de otro tipo comunes, tiene derecho a la soberanía. Mi inclinación natural es creer que el derecho de un colectivo con ciertos lazos a constituirse en un estado soberano simplemente por compartir dichos lazos es un completo absurdo. Y nunca he leído una argumentación convincente, en general, a favor de dicho derecho.
    La terminología es confusa porque "nación" se usa también ambiguamente para denotar el colectivo poseedor 'de facto' de la soberanía, sea este o no una nación en el sentido histórico-cultural.

    Afirmas (@jose) en la entrada del blog que reconoces la legitimidad a la nación ( aunque tu dices nación/estado y la verdad es que no entiendo esa unión ) a acceder a la soberanía siempre que use su poder sobre los individuos para apoyar el bien común. Es decir, si te entiendo bien, tu apoyas el derecho a la soberanía de un colectivo por motivos "materialistas" ( realmente instrumentalistas ), como una manera de proteger los intereses de los más débiles y el bien común frente a la "guerra de todos contra todos" que supondría la ausencia de una autoridad supra-individual equitativa ( si no es está tu opinión corrígeme ). Según tu visión, presumo, es irrelevante que el conjunto de personas que se constituyen en estado tengan una historia o cultura comunes y por tanto usas el término nación en su segunda acepción.

    Yo estoy de acuerdo con los argumentos para justificar la soberanía que das. De hecho creo que toda argumentación que se base en razones no-materiales o distintas al interés material de la mayoría para justificar la soberanía, como son el derecho divino, el derecho natural o la existencia de un colectivo ideal dotado de "espiritu" propio, carecen de cualquier sentido. No voy a entrar a refutarlas todas porque no estoy tan capacitado filosóficamente y porque no viene a cuento.

    No obstante, si uno defiende con estos argumentos materiales la soberanía una pregunta inevitable es ¿qué justifica la actual disposición de fronteras? Podrían constituirse estados en regiones geográficas distintas que satisficieran del mismo modo, o mejor, las necesidades de los individuos. Si el propósito que legitima que España y Marruecos se constituyan como estados es establecer medios de colaboración y protección de españoles a españoles y de marroquíes a marroquíes un estado conjunto que se emplazase en la extensión que ocupan ambos, en tanto a que podría realizar el mismo cometido, sería igualmente legítimo.
    Mi opinión es que, en efecto, un estado conjunto en las actuales España y Marruecos es tan legitimo y tan conveniente como los actuales estados de España y Marruecos separados. El único motivo para que las cosas sean como son es el devenir histórico. Y en el caso de que un estado conjunto España-Marruecos (por dar la matraca con el mismo ejemplo) garantizase mejor el bienestar de sus individuos que los actuales estados separados la única razón objetiva para no demandarlo sería derivada del statu quo. Esto es, a la hora de cambiar la sociedad hay que tener en cuenta no solo que situación generará un mayor bienestar para los individuos sino también el coste de transicionar de la situación actual a dicha otra situación. Solo si esta suma de intereses tanto "finales" como "de transición" tiene saldo positivo compensa un cambio. No quiero entrar a discutir si la transición a una "soberanía internacional" compensaría en las circunstancias actuales. Yo me considero simpatizante del internacionalismo y creo que si, pero eso es otra cuestión.

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  8. Por último, decir que si tengo tiempo responderé a @Carlos Hernandez ya su comentario es interesante pero no estoy de acuerdo con una de las conclusiones generales que obtiene. En concreto yo si opino que el concepto de nación tiene un componente intrínsecamente irracional y reaccionario, derivado en gran medida de la herencia romántica y opino esto a pesar de que fuese introducido por el liberalismo en su versión continental. Por lo demás estoy de acuerdo parcialmente con la opinión histórica sobre el caso español.

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    1. Pido disculpas, borré esta mañana mis intervenciones de anoche para retocar algunas cosas,creyendo que nadie las había leído aún. Pero vamos, en esencia es lo mismo. En unas horas lo re-publicaré.

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    2. El romanticismo es un movimiento esencialmente deudor de la Modernidad y de las formas políticas liberales. Participo de la opinión de que su priorización de lo sentimental no entra en confrontación alguna con la Modernidad y mucho menos enraíza cabo alguno en lealtades comunitarias anteriores al Estado-nación ni a los contenidos filosóficos previos a la Ilustración. Entiendo, además, que es componente fundacional y fundamental del hecho romántico el individualismo.

      Fueron los principales autores y pintores románticos (y, más adelante, los realistas) los intelectuales al servicio de la oligarquía político-económica que gobernó España durante el XIX.

      La temática y la inspiración es puramente legitimadora y, en todo caso, se parte de una utilización sesgada y sectorial de los episodios históricos según los intereses contemporáneos. Así, la común reivindicación de los románticos europeos del período medieval no obedece a una posible intención de recuperar dicho período por lo que éste había sido dado a conocer (oscurantismo, religiosidad exacerbada y otras cuestiones no menos discutibles), sino porque:

      Para aquellos Estados que conformaban su nación, de la Edad Media podían obtenerse antecesores históricos en la práctica del poder popular o el control de las ciudades y estamentos sobre arbitrariedades del poder monárquico (Cortes, concejos, etc.).

      Para aquellos nacionalismos sin Estado, de la Edad Media podía obtenerse una retórica de libertad frente a nuevas opresiones que no deja de conexionar con esa reivindicación de asambleas concejiles, fueros y leyes específicas, dietas, etc.

      Buenas noches

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  9. Voy a tocar algunos puntos:

    a) Nación y nacionalismo como productos de la Modernidad.

    La parte más “teórica” o menos actual, respondiendo un poco a lo que pedía José en el primer párrafo de su entrada y enlazando con el artículo de Javier Cercas que cita Manolo, con el que no puedo sino disentir en una gran proporción de lo que expone.

    Habla Cercas de que el nacionalismo es algo reaccionario. La nación es una noción específicamente moderna. Prácticamente ninguno de los mitos previos a la Modernidad que informan la base con la que trata de legitimarse cualquier nacionalismo, pueden ser interpretados en el sentido de lo que el nacionalismo significa. Algunos ejemplos: en el caso español, ni Numancia, ni Covadonga, ni la "Reconquista", ni la Guerra de las Comunidades pueden ser tenidas como tal. Llevar la voz nación más allá de los lindes de la Modernidad resulta un anacronismo, una incomprensión, una manipulación decidida del pasado, o un poco de todo ello. "País", "nación", etc. referidos al Antiguo Régimen las más de las veces obedecen a una tierra familiar, unas estructuras comunitarias definidas y palpables o un concepto étnico-lingüístico. Igualmente, los incipientes Estados hispánico, francés o inglés no buscaron legitimar su autoridad sobre una base nacional: la legitimación a través del hecho religioso o de la continuidad dinástica seguía siendo la base del ordenamiento político. De la misma manera, la rebelión de las provincias neerlandesas del norte contra la Monarquía Hispánica durante los siglos XVI y XVII era más una protesta sacra (calvinismo frente a catolicismo) que una reivindicación nacionalista (algo que demuestra la fidelidad al monarca de las provincias meridionales, de mayoría católica romana).

    La nación surge como sujeto en quien recae la soberanía para aquellos que se oponen al Rey. La Declaración de los Derechos del Hombre de los revolucionarios franceses dice lo siguiente: “el principio de toda soberanía reside esencialmente en la nación”. Con muy similares palabras se expresan los constituyentes gaditanos en 1812 (art. 3). Nación como existencia independiente del reino. Se edifica un andamiaje burocrático, vertebrador. Crea provincias, se centraliza. Es el sustento del proyecto del Estado liberal. Cuando los revolucionarios franceses tengan que enfrentarse con la coalición de las monarquías europeas la fórmula para identificar el nuevo Estado con la nación aparece como eje galvanizador de las energías francesas. Nacionalismo y liberalismo irán de la mano en las revoluciones de 1820, 1830 y 1848.

    El nacionalismo es una instrumentalización política de la identidad colectiva que informa a la nación. Y la nación es una forma propia de la Modernidad. Esta “modernidad” del nacionalismo quizá haya pasado desapercibida por el auge de un nacionalismo conservador, a posteriori, de respuesta a las disfuncionalidades sociales surgidas de la emergencia de la Modernidad y de confrontación con el movimiento obrero, del que tan largas muestras ha conocido España: el nacional-catolicismo que, por cierto, no es invento ni creación del franquismo. Aunque en ocasiones haya adoptado formas de rechazo del liberalismo político, su patrimonialización de la idea de España vehiculada a través del mito de España y Anti-España asumía como propia la noción política de nación moderna.

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  10. Más:

    b) El caso español. Construcción del Estado, acción nacionalizadora y nacional-regionalismos.
    En España, ya que de nuestra patria hablamos, uno de los proyectos alternativos, sostenido por las armas en dos guerras y multitud de algaradas durante el siglo XIX, el tradicionalismo (carlismo), quintaesencia de la reacción y la antimodernidad, luchaba por una vertebración antagonista de la que propugnaba el Estado liberal. Para los ideólogos tradicionalistas españoles, franceses, italianos, la nación sencillamente era inconcebible porque no otorgaban poder alguno a ente distinto de la figura del monarca. Su modelo de concebir la patria, organicista y antirracionalista, se asentaba sobre la reivindicación de las identidades de los cuerpos intermedios, la proximidad al terruño, la fortaleza del vínculo social y el respeto por un derecho histórico, cuasi consuetudinario, que prevalecía sobre las que contemplaban como artificiales construcciones estatales que despojaban a comunidades e individuos de su razón de ser. Es más, cuando la historiografía del XIX de cuño tradicionalista evocaba gestas del pasado era la religión y no la patria el vehículo cohesionador de tales epopeyas. Es preciso, pues, disociar de una vez la analogía nación=reacción.

    Fueron los liberales en sus diferentes facciones (conservadores, doctrinarios, doceañistas, progresistas…) quienes introdujeron la idea de nación. Y fueron ellos quienes fracasaron en la construcción de un Estado-nación a semejanza de otros que se erigían en la Europa del momento. La toma como ejemplo del caso francés reprodujo una burda copia no suficientemente bien estudiada por quienes achacan al centralismo todos los males acaecidos desde que Caín mató a su hermano (como el Rey). El fracaso del Estado liberal español durante el XIX no sólo fue no tener en cuenta las realidades prexistentes en el país a la hora de abordar la gigantesca tarea de levantamiento del Estado y llevarla a cabo bajo premisas centralizadoras, sino que del modelo francés se fotocopió un modelo dirigista desde Madrid, ineficaz en la tarea administrativa, ineficaz en la creación de lo social, el objeto de todo nacionalismo moderno: la creación de ciudadanos… Siento aburrir con tanto dato histórico (creedme si digo que el repaso ha sido fugaz, de pasada y buscando presentarlo de la manera más simple posible), pero es imprescindible la asunción crítica de la Historia de España para comprender el problema español (para mi, sin ningún género de dudas, problema español y no problema vasco o catalán): el Estado liberal procedió a la desmovilización de las masas, falló en su intento racionalizador, erró en su práctica homogeneizadora (no articuló en la homogeneidad, sino que fue homogeneizador incapaz de articular los poderes locales, nótese la diferencia), incapaz de crear ciudadanos españoles por la carencia de medios y el escaso interés de los grandes partidos en la socialización de lo político, por la ineficacia de una escuela que creó patriotas republicanos en Francia y analfabetos en España, por las amplias cuotas de poder de las que disponía la Iglesia en el campo educativo, incapaz de oponer un mínimum de estabilidad frente al desquiciamiento interior y la violencia como factor de cambio político… El Estado liberal español no vertebró un modelo asumible por todos porque ni supo comprender los fundamentos político-territoriales de los antiguos reinos ni tuvo acierto alguno en el intento de imponer el modelo escogido para la construcción nacional. De este modo, la astenia del nacionalismo español puede explicarse también por el régimen de lealtades compartidas divergentes de lo oficial que movía cuantiosas masas entorno al tradicionalismo carlista y los republicanos, que actuaron como fuerzas centrífugas que atentaron contra la ya de por sí exigua praxis llevada a efecto por el proyecto centralista liberal.

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  11. Fue ese fracaso- y no su inexistente éxito, como comúnmente se ha creído y cree Javier Cercas- lo que llevó a que en aquellos lugares donde existía un cierto grado de diferenciación local sustentado en raíces culturales (historia, lengua, tradición “jurídica”…), motivaciones de índole económica o de estructura social (tenencia de la tierra, no por casualidad fueron aquellas regiones donde la propiedad comunal o pequeña propiedad abundaba el vivero de los movimientos que pedían un mayor respeto a las identidades locales), más o menos objetivas, más o menos inventadas, élites regionales, muchas veces animadas por el mismo espíritu que la oligarquía madrileña y que venían apostando por una recuperación de los usos de la lengua particular y la cultura popular, canalizasen el enorme descontento de un pueblo que contemplaba el abandono al que le sometía el nuevo Estado y que lo único que percibía del hecho estatal era la visita de la Guardia Civil, la llamada a quintas y el cacique local que le indicaba qué votar. Frente a esa enorme fractura pueblo-élite los regionalismos ofertaron a sus ciudadanos la posibilidad de una vida en común, una socialización cultural y política y la creación de mecanismos de protección. La extensión de este discurso en un contexto percibido como enajenante y la inveterada y recurrente incapacidad de los políticos “madrileños” para articular una fórmula que aunara eficacia y armonía, coadyuvaron. De cualquier forma, siguiendo la lógica de recusación de absolutos, es preciso señalar que la concepción estatal del liberalismo doctrinario, mayoritariamente en el poder durante el XIX, era un mecanismo al servicio de una idea de orden social, lo que explica que durante buena parte de este siglo las burguesías periféricas como la catalana acepten y participen del sistema.

    La incapacidad para crear un nacionalismo español vigoroso no fue consecuencia del auge de los regional-nacionalismos y de una confrontación con ellos, sino que éstos son una derivación de las dificultades en la articulación del Estado liberal español, genuina raíz del problema. Es antes un problema de eficacia administrativa: inadecuación entre el Estado creado y el fortalecimiento de la idea nacional, más que por un centralismo agresivo, por un centralismo imperfecto (lo cual no aventura nada ni sugiere que con un centralismo eficaz no hubiera existido problema regional, no hay historia-ficción que valga).

    Concluye el profesor Aróstegui –algunos de cuyos argumentos han conformado, con matizaciones, algunos de mis argumentos expuestos más arriba- un denso estudio sobre los temas concernientes de la siguiente forma:

    “El error de la centralización a ultranza, el olvido de la base territorial regionalizada que debería haber tenido un Estado aún uniformista en España y la creciente presencia de desarrollos socioeconómicos fuertemente diferenciales son la clave de la divergencia dese el Estado liberal hacia el nacimiento de los nacionalismos en las regiones. Se impuso desde el centro una equivocada organización del Estado y una incapacidad administrativa generadora de falta de legitimidad ante esos espacios diferenciados. De ahí derivaron debilidad, patrimonialización, ineficacia y, en definitiva, desarticulación del Estado”.

    Se podría concluir con que la centralización fue, en la práctica, mucho más un instrumento político subordinado a intereses partidistas que no un principio para la nacionalización de España.

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