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lunes, 25 de febrero de 2013

Ad hominem

Hace algunos días saltó a la fama en España Beatriz Talegón. Talegón es militante del PSOE, secretaria general de Juventudes Socialistas de España en Europa y de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas, y se ha hecho muy conocida por su intervención en el Congreso de la Internacional Socialista celebrado recientemente en Portugal. En ella, cargaba contra la dirección de su partido por pervertir los ideales que dice representar, citando como ejemplo concreto de esto el hecho de que la convención en la que participaba se celebrara en un hotel de máxima categoría. Además, hablaba de la injusticia que los dirigentes de su partido cometen contra los militantes más jóvenes, cuyas carreras frenan para mantener sus cuotas de poder. 

El vídeo del discurso ha circulado ampliamente por Internet y ha recibido tanto alabanzas como críticas. De estas últimas, las ha habido desde posiciones más conservadoras que la suya, desde posiciones más izquierdistas, e incluso entre otros miembros de su mismo partido. Yo me quiero centrar en una de las más repetidas: que la intervención no tiene ningún valor porque quien denuncia es a su vez parte del problema denunciado. Efectivamente, en la corta carrera profesional de Beatriz Talegón ya aparecen un par de cargos de confianza; y su puesto en el partido es bastante importante, lo que sugiere que ella es más bien parte de la dirección del partido que de la militancia de base. También es cierto que ella estaba alojada en el mismo hotel de máxima categoría que el resto de sus compañeros de convención, e incluso que en el pasado ella ha criticado posiciones similares a las que sostiene en el discurso calificándolas de desleales. Sin embargo, creo que eso no tiene ninguna relevancia a la hora de juzgar el contenido del discurso. Este no es menos cierto porque ella sea uno de los dirigentes que critica (aunque es dudoso que el discurso en sí le sea personalmente beneficioso si el público lo percibe así), o porque se aloje en el mejor hotel de Portugal.

Y aún hay más, pues no es este un caso aislado. Es muy frecuente ver que determinadas denuncias o argumentos son criticados en base solo a la altura moral u otra cualidad de quien los defiende. Ejemplos de esto se pueden ver casi a diario; el último de ellos podría ser la campaña de descrédito contra de la actriz Maribél Verdú por su denuncia del sistema económico en la gala de entrega de los premios Goya. Por supuesto, que esta clase de argumentos no sean aceptables como crítica razonada no implica que los argumentos que han sido atacados así sean automáticamente verdaderos. Dicho de otra forma, aún queda determinar si la protesta de Beatriz Talegón es razonable (al menos desde el punto de vista de la ideología de su partido), si el sistema económico es injusto como dice Maribél Verdú, y si el Holocausto realmente existió, en contra de lo que argumentan determinados elementos que tienen simpatía por la ideología nazi. Lo único que no debemos hacer es matar al mensajero, sino centrarnos en el mensaje.

9 comentarios:

  1. En cuanto a lo de los argumentos contra el mensajero y tal tienes razón, pero tendrás que reconocer que es que esa chica con lo que hace cae automáticamente mal. Bueno, por lo menos a mí.

    Lo de presentarse en la manifestación con el antiguo ministro de Justicia es de coña. Y lo de decir que dónde estaba el PSOE cuando surgió el 15M es acojonante también, puesto que estaba en el gobierno.

    En fin, que da la sensación de ser una interesada en busca de fama. Y encima parece no tener una postura clara, le gusta salir en la tele por salir en la tele.

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    1. Todo lo que dices es verdad, incluso lo de que puede caer mal automáticamente. Pero eso no quita que podamos tomar en serio su argumento, que a mí me parece más o menos razonable desde el punto de vista de la ideología que yo esperaría encontrar en el PSOE.

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  2. En otras ocasiones he cuestionado ardientemente las "argumentaciones", habitualmente aparecidas en medios conservadores, utilizadas para estigmatizar movimientos de protesta como aquellas exhibidas para desacreditar al líder de la plataforma contra la privatización del Canal de Isabel II (se supone que tenía unas fincas) o contra los sindicalistas que se iban de cañas después de una manifestación reivindicativa.

    En ambas ocasiones se utilizaban no solo casos concretos, sino difícilmente censurables o difícilmente detectables como algo contradictorio con el contenido de la protesta, para desacreditarla toda ella. Es decir, había un prejuicio, un juicio anterior a la manifestación, previo a conocer las cañas o las fincas del líder antiprivatización. Este prejuicio es el que lleva a escrutar comportamientos para vislumbrar cualquier incoherencia de fondo (aunque no sea tal: no se trata de que lo sea, sino de que lo parezca o de que pueda parecérselo a sus consumidores), sabiendo el éxito que tendrá al día siguiente entre los lectores que, en lugar de cuestionarse por qué había gente manifestándose, se afirmarán en que en España todos son unos vagos o mostrarán su escándalo ante los amigos o la familia con un "¿Has visto al tipejo ese de X protestando por X, podrá decir algo con lo que sale hoy en la prensa?

    Sin embargo, los casos que traes a colación me parecen sensiblemente diferentes. Dices que lo que hay que hacer es centrarse en el mensaje: El texto, el discurso, los conceptos, no tienen vida propia. Dependen de las circunstancias en las que son enunciados, el foro ante el que se habla, el lugar donde se presta la palabra, la interacción con el grupo de receptores, la experiencia personal del emisor. El mundo no nace del texto y sí de la acción, el contexto, las relaciones... sin lo cual el texto no es inteligible.

    Desde este punto de vista es desde el que desprecio ambos comportamientos. Nadie está obligado a predicar con el ejemplo. Pero igual que a un cura se le exige (con todo rigor y acierto, creo) una vida en consonancia con toda la palabrería que suelta hacia el exterior con carácter mesiánico no exento de un aura de incómoda superioridad, a estos otros que también parecen creerse tocados por la varita divina convendría recordarles en qué mundo viven.

    Voy a hablar de los Goya: es de sobra conocido por todos la apropiación y auto-atribución por parte de cierta izquierda de una autoridad moral (¿basada en qué?) que le lleva a poder criticar todo en nombre de una Humanidad que solo ellos parecen saber interpretar. Entre las más descollantes figuras de esta progresía suele estar siempre el mundo del artisteo, presto siempre a figurar, casi siempre desde el desacierto, en ocasiones sonrojante por la doblez moral que lo ampara. En este sentido, importa no sólo el texto, sino quién lo dice, dónde (un público facilón, entregado y que sabe que esa noche le toca "llenar las municiones ¿ideológicas?"), cuál es la circunstancia política que lo envuelve y las probables intenciones bajo las que se escuda. Hoy el artista mediático ha sustituido al intelectual, al creador con vocación pública. Ya no es un generador de conocimiento, sino un hábil hacedor de mayorías y reconocimiento. Imbuido de un halo pseudorreligioso y cargado de razones y justicias cree que el estatus, la notoriedad alcanzada como actor le sirven para poder hablar de todo, por supuesto creyendo que le ampara en la materia el mismo prestigio obtenido en su propio campo de trabajo.

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    1. Coincido contigo en que el juicio de valor a una persona no puede ser independiente de cómo es esa persona. Pero sí creo que el discurso, las ideas, tienen valor más allá de quién las expresa. Si un recién llegado al PSOE (o a las juventudes socialistas) hubiera hecho exactamente el mismo discurso sin incurrir en contradicciones personales, tal vez no habría sido criticado con la misma dureza con la que lo fue Beatriz Talegón. Tal vez en ese caso habríamos podido leer u oír más análisis sobre el fondo de la cuestión, que creo que es interesante. Tú dices que los casos que presentas y los que yo comento son sensiblemente diferentes. Creo que lo son al menos en que las intenciones de los críticos son diferentes en cada caso. Pero creo que todos son similares, en tanto en cuanto quien critica evita debatir el fondo de la cuestión (que es más difícil en todos los casos) atacando a quien lleva el mensaje.

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  3. Y aquí es donde mi crítica diverge de la de la derecha. Para la derecha criticarles es defender lo que ellos criticaron: la gestión del gobierno, el capitalismo, la monarquía. Además, para los liberales y conservadores la protesta de quienes no están en situación desesperada o viven con holgura no tiene validez (la otra tampoco). Pero yo no me adhiero a esas premisas. Como tampoco lo hago a ningún determinismo de clase creo que se puede ser X sin que ese X político tenga excesivo correlato con un X de holgura económica o de penuria económica. Que los liberales den las réplicas que quieran dar, no creen en ellas. Es como cuando se quejaban de los sindicatos por vendidos (¡a ellos!) y ahora que sus bases les han obligado a movilizarse también se quejan de ellos (¡por haber sido vendidos!).

    Mi postura es que quienes tenemos hartazgo de la situación actual no queremos ni necesitamos de ningún vocero de esta calaña, que contribuye a que haya gente que deteste nuestra causa (sea la que sea a buen seguro que no se parece a la causa de los bardems y verdús de turno). Si fuera católico exigiría la acción decidida contra quienes incumplen los mandamientos, se comportan de manera obscena amparándose en la confianza que inspira su cargo, etc. ¿Por qué? Porque ahí no hay que matar al emisario, sino hacer una criba interna sobre los comportamientos desviados dentro del propio grupo. Si soy del Madrid y creo que este club representa unos valores (esté acertado o no) que una persona que actualmente es su cara visible compromete, no me enfado con la prensa que da la noticia, sino con quien lo hace y con quien lo permite. Estos días yo me he enfadado con quienes hablan de subvenciones y cotizan fuera, con quienes habiendo tenido otras oportunidades (no hablo durante el gobierno del PSOE, no voy a ser como el PP y el "en su día no te quejaste, no te quejes ahora", aunque no deja de ser una gran verdad la primera parte de la oración y que debería hacer reflexionar a los que siempre nos hemos quejado, sobre las nuevas amistades que estamos haciendo y sobre si eso hipotecara nuestro futuro y credibilidad) para quejarse, ante auditorios no tan favorables (Candela Peña fue premiada días antes por no se qué asociación de cine catalán y allí no dijo ni pio de unas mantas y unas botellas de agua, ni pio de una sanidad transferida a las CCAA)han seguido siendo los héroes, esta vez del silencio. Por eso creo que no necesitamos héroes televisivos que vengan a decirnos qué está bien y qué está mal. Porque no son de los mios. Porque su noción de lo justo y lo injusto es etérea y dependiente de lealtades. Y porque me descojonaba de la risa de escuchar tanto postureo cool posmoderno y tan poca autocrítica.

    No nos dejemos llevar por matar al emisario nosotros. Es una disputa entre la derecha de champán y la izquierda caviar, a la que considera advenediza. A mi no me interesan ni poco ni mucho sus líos. Se puede ser rico y comunista, rico y denunciante de las injusticias. Claro que sí. Lo que quienes estamos al pie del cañón no tenemos que caer en ese juego que se impulsa desde la derecha mediática. Mi condena hacia ellos no es por ser anticapitalistas. No es por estar en pro de la sanidad pública. La denuncia tiene que ser otra: que no se puede ser a la vez pirómano y bombero.

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    1. Completamente de acuerdo con la segunda parte de tu argumentación. Debemos buscar y usar líderes que representen aquello en lo que creemos o que nos parece justo. Y eso se consigue mejor si encontramos líderes de una mayor catadura moral. Pero aún así, si un personaje odioso argumenta de cualquier forma, considero que lo razonable es escuchar lo que dice para tratar de ver si hay verdad en ello, en lugar de despreciarlo por lo que anteriormente sabemos de él.

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  4. Siria, la postura que han de adoptar ante ese conflicto las diferentes izquierdas, la sorprendente coincidencia en lo fundamental que siguen exhibiendo los dos grandes partidos de nuestro país por encima de los fuegos de artificio y el combate del "y tú más" en las Cortes, la corrupción, el tema de Gibraltar y qué debe pensar un español crítico con su país pero antiimperialista, el llamado "derecho a decidir"...

    ¡Que esto siga siendo un ágora de debate!

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  6. Incluso, me permito hacer una sugerencia. Puesto que el principal motivo del parón del blog no es otro que el poco tiempo libre del que dispone su creador para mantener el ritmo y calidad de sus entradas -convertido ahora en un prometedor maratoniano-, tal vez la solución estribe en concebirlo sobre nuevas bases, al menos mientras no sea posible continuar con la idea original.

    Estas nuevas directrices podrían consistir en publicar a modo de texto provocativo o inductor de debate, alguna breve reseña periodística o análisis politológico de calidad, breve, insisto, pero contundente, que nos incite a gritarnos un poco y a exprimir nuestras rasureras.

    Esta mañana aparecía en Público un artículo sugerente de Pablo Iglesias (La Tuerka) sobre la eventual invasión de Siria y el lacayismo servil -ya inveterado- del PSOE...

    No digo más. Buen final de verano.

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